IV. LA NATURALEZA DE LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA COMO CIENCIA
La teología es una ciencia que tiene que ver tanto con el
infinito como con el finito y es, por lo tanto, mucho más amplio que
cualquier otra ciencia.
Agustín (Ciudad de Dios, VIII, 1) nos da la siguiente
definición de la teología:
"Teología es la investigación racional de todo lo que tiene que ver
con Dios.”
El catecismo de Westminster nos da una de las mejores
definiciones de lo que es la teología:
"Las Escrituras enseñan principalmente lo que el hombre debe creer
respecto a Dios, y el deber que Dios requiere del hombre".
(Cat.Men. , preg. 3)
Hoy día puede sorprender el hablar de la teología como una
"ciencia”. Pero no deberíamos avergonzarnos de llamarlo así. La
ciencia es simplemente un conocimiento profundo y coherente de un tema.
Profundidad y coherencia son las dos características de la ciencia a
diferencia del conocimiento popular de algún tema. Si una afirmación
proviene de una observación o de un entendimiento superficial, no podemos
hablar de "ciencia”. Y si la aproximación o la descripción de un tema
es contradictoria, tampoco podemos hablar de ciencia.
Por lo tanto, la teología como ciencia de Dios, intenta
alcanzar un conocimiento de El que está libre de contradicciones y que es
lo más profundo posible, siempre tomando en cuenta las limitaciones de la
mente humana.
Este principio podemos aplicar a la doctrina de la
Trinidad, por ejemplo. Creer en un Dios que subsiste en tres personas no
constituye ninguna contradicción, como popularmente muchos piensan. Porque
la unidad se refiere a la esencia o el ser de Dios y la subsistencia en
tres personas no tiene nada que ver con la esencia de Dios. Las dos
afirmaciones no se contradicen porque el concepto de la esencia es
diferente del concepto de la persona.
Sin embargo, este principio que se basa sobre la lógica y
la coherencia de las afirmaciones no quiere ni puede explicar todo. Dios
nunca será comprendido por completo por el hombre. Pero es perfectamente
lícito hablar de "ciencia” aunque no existe nunca de nuestra parte la
posibilidad de la omnisciencia. Podemos aspirar a investigar y conocer la
teología de la forma más completa, pero jamás llegaremos al entendimiento
de todo. Esta verdad se aplica igualmente a cualquier otra ciencia.
Pero podemos, en primer lugar, con todo derecho afirmar
que la teología es la ciencia más importante y la que dispone de datos
mucho más seguros que otras ciencias que dependen de la observación de
nuestros sentidos y del uso de aparatos mecánicos, por ejemplo. Los
sentidos, sin embargo, nunca nos enseñan una verdad a priori o absoluta.
Este tipo de ciencia nos enseña lo que podría ser y lo que es, pero nunca
lo que será en un sentido absoluto. Puede revelar lo que acontece bajo
ciertas circunstancias, pero no lo que puede acontecer bajo cualquier
circunstancia.
En segundo lugar, los juicios de nuestros sentidos
son relativos y variables. Esto está en la naturaleza de nuestros órganos
de percepción y de nuestra interpretación. Lo que para los unos son formas
primitivas de vida halladas en un meteorito, para otros son restos de
burbujas de origen volcánico. Si metemos una mano en agua fría y la otra en
agua caliente y después de cierto tiempo metemos las dos manos en un cubo
con agua templada, la percepción de los nervios de una mano nos indicará
agua caliente, la otra nos indica agua fría. Muchos de los datos recogidos
por las ciencias naturales dependen en gran medida de la percepción e
interpretación individual y son, por lo tanto, subjetivos.
En tercer lugar, no disponemos - en las ciencias naturales - de todos los
datos posibles. La explicación de cualquier fenómeno tiene que ser
corregida con cada dato adicional que aporta nuevas explicaciones posibles.
No podemos, por lo tanto, hablar de la ciencia de la
física o química como eterna e inmutable. Podemos aplicar el catálogo de
las preguntas de Job 38:16-21 y nos damos cuenta de que en el tiempo que ha
pasado desde entonces, no hemos sido capaces de encontrar respuestas. En
las leyes y fenómenos de la materia no hay nada absoluto o eterno.
La teología como ciencia es positiva, en el sentido de que
no es una fe ciega o ignorante, sino una fe inteligente. En la teología
existe un conocimiento real y verdadero del objeto de la fe, aunque el
objeto puede seguir siendo un misterio en muchos sentidos. Por ejemplo, en
hombre puede saber que Dios es espíritu y no materia. Aquí se trata de un
conocimiento positivo y absoluto. Podemos saber que una substancia
espiritual puede ser inteligente e inmortal. Pero quedamos ignorantes si
intentamos averiguar como puede Dios ser eterno y omnisciente, enterándose
de todas las cosas al mismo tiempo y sin sucesión temporal. Conocemos a
Dios por parte, pero este conocimiento es un conocimiento absoluto y
correcto.
La fe, por lo tanto, es un acto inteligente. En Efesios
3:18 y 19 es llamada una comprensión de "la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura" de la verdad revelada. En Hebreos 11:1, la fe
es definida como convicción de lo que no se ve". La palabra
"élengchos" habla de una convicción mental.
Calvino define la fe como "una constancia sólida de
convicción y un conocimiento constante." El añade que "el
conocimiento de la fe consiste más en la certidumbre que en la
compresión." Con esto, Calvino quería decir que podemos conocer
algunas de los atributos de Dios con más certeza que ciertos atributos de
la materia. Por ejemplo, es más cierto que Dios es santo y omnipotente que
el hecho de que el agua consiste en dos átomos de hidrógeno y uno de
oxígeno.
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